lunes, 18 de enero de 2010

Aquel olor a carne curada

Nos devoramos a los muertos. Comemos cadáveres si es el caso. La carne muerta nos alimenta y nos revivifica. Como el pasado nos fundamenta, el suelo que pisas es testimonio de solidaridad con la vida.

El lomo pétreo, aún condimentado, se resiste tiernamente a ser rebanado por nuestro apetito. El filo del acero insiste, pero es nuestra voluntad quien rinde a la carne, aquella remembranza de lo que estuvo vivo.

Quisiera ser devorado por mis amados. Quisiera ser carne para bocas hambrientas, para gargantas de individuos voraces. Ya lo soy de hecho. Y duele como duele respirar. Duele como repollos digeridos por estómagos ávidos.

Hoy quiero celebrar nuestro canibalismo. Aquel coraje de quien entrega una vida a causa del amor.